martes, 17 de abril de 2012

Las Pascuas



Algunos chicos se habían empezado a dar cuenta que Juan era diferente.
“Quizá debiera haber insistido más con los padres para que lo enviaran a una escuela especial” pensó la maestra para sí misma.
“Para la próxima clase” dijo la maestra a los chicos del tercer grado, “por favor, traigan dentro de una caja algo que represente a la Pascua”.
Al día siguiente, los alumnos llevaron las cajitas de cartón y las dejaron en el escritorio de la maestra. Cuando las acomodaron, ella les dijo que no hacia falta saber quien había traído cada cosa. Secretamente, buscaba proteger a Juan, quien podría haber estado limitado en la tarea.
Abrió la primera caja. Y salió una mariposa! “Esa es mía!” gritó María. “¡Qué buena idea!” dijo la maestra, ante la carita feliz de la alumna.
“Que hay en la segunda caja?” Era una pequeña piedra recubierta de musgo. “Esa es mía”, dijo Tomás. “Sí, el musgo representa nueva vida” dijo ella, “muy original, Tomás”.
La tercera caja estaba vacía. La dio vuelta y la sacudió. Algunos alumnos se reían. Ella buscó la siguiente, pero Juan la interrumpió, diciendo “Es mía, es mía!”.
“Si, Juan, gracias. Pero está vacía…”
“Si, dijo él, el día de Pascua la tumba estaba vacía, Jesús resucitó y eso nos dio una vida nueva a todos nosotros”.
Unas semanas después Juan murió repentinamente, de un tumor cerebral.
En su ataúd, sus compañeros de clase pusieron veinte cajitas, todas vacías, recordando así la lección sobre la Pascua que Juan les había dado a todos.

Dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque este muerto vivirá.
Juan 11:25


¡Gracias Jesús por ponerte en mi lugar y darme vida!
Diego Amado

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