viernes, 1 de julio de 2011

Una cuestión de actitud



Lucas 19:2-5
Jesús llegó a Jericó y comenzó a cruzar la ciudad.
Resulta que había allí un hombre llamado Zaqueo, jefe de los recaudadores de impuestos, que era muy rico. Estaba tratando de ver quién era Jesús, pero la multitud se lo impedía, pues era de baja estatura.
Por eso se adelantó corriendo y se subió a un árbol para poder verlo, ya que Jesús iba a pasar por allí.
Llegando al lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: Zaqueo, baja en seguida. Tengo que quedarme hoy en tu casa.

La historia cuenta que Zaqueo era una persona importante, era jefe de los recaudadores de impuestos, y además dice que era una persona con mucho dinero. Pero como a todo ser humano, eso nunca le alcanzaría, necesitaba de Dios, él quería conocer a Jesús.
Tal vez Zaqueo sabía de que Jesús vendría a su ciudad desde hace algunos días, y estaba contento por la oportunidad que tendría de conocer a Jesús. Había escuchado sobre Jesús, de que sanaba a los enfermos, los ciegos veían, los paralíticos caminaban, de que demostraba amor por los pecadores en lugar de juzgarlos y querer apedrearlos, de que era un gran maestro, que vivía lo que enseñaba y de que las personas que lo conocían cambiaban para siempre.
Esa mañana Zaqueo se levantó contento, pensaba: “tal vez este Jesús es el salvador que estoy esperando, este será mi gran día”.
Lamentablemente su cara cambió cuando llegó al lugar por donde pasaría Jesús, había venido temprano, y aun así el lugar estaba lleno de gente, multitudes esperaban a Jesús, además su altura no le favorecía, ni siquiera podría verlo pasar a la distancia al ser más bajo que el resto de las personas.
Pero esta es la parte que más me gusta de la historia, “La actitud de Zaqueo”, el no se rindió, no desistió, usó su cerebro, pensó, y dijo: nada va impedir que yo vea a Jesús, voy a encontrar la forma, no importa que, no importa como, NADA me va a detener para que yo vea a Jesús (me encanta esa actitud). Entonces haciéndose lugar entre la multitud, los que han estado en una popular de futbol o en un recital saben lo difícil y molesto que es, fue abriéndose paso avanzando hasta llegar a un árbol al que trepo para poder estar más alto y ver a Jesús, sin importarle lo que pensara la gente, ni que le dijeran fanático, ni ridículo, ni que se la arruinara su ropa, no le importó nada más que ver a Jesús.
El gran Jesús, como siempre, al que no le seduce las palabras elocuentes, que no le importa el ceremonial y los protocolos, al que no le atrae la religiosidad, las costumbres ni las tradiciones sin sentido de los fariseos, que no mira tu ropa, tu peinado, tu apellido, tu título, tu rango social, ni el dinero en tus bolsillos, El incomparable Jesús, que solo mira el corazón arrepentido, que no vino a juzgar sino a salvar y dar vida plena, que deja las 99 para ir por una sola oveja perdida (gracias Jesús), porque no le interesan las multitudes por la fama o el orgullo. Que ama tanto que dio su vida en una cruz por vos y por mí.
El inigualable Jesús, viendo la actitud del corazón de Zaqueo, miró hacia arriba del árbol donde Zaqueo se encontraba, y como si lo conociera de toda la vida le dijo: “Zaqueo, baja enseguida, hoy tengo que quedarme en tu casa”

“En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan
Hebreos 11:6 - NVI

“Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá.8 Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre”
Mateo 7:8 - NVI

Para pensar...no?
Diego Amado

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